Soy nacido y criado en Puente Alto, no recuerdo las veces que me estremecido la vista de la cordillera nevada o el aliento cálido del viento raco o cuando era un niño elevar volantines como si mi propia alma estuviera unida a ese pedazo de papel. En la adolescencia las fiestas de la primavera o los primeros besos robados en la pagoda de la plaza, en fin toda una vida. Aun recuerdo a mis hijas comiendo helado en la plaza o cuando niño las tardes de cine en la galucha del Nacional o cuando las...
Por Javier Manríquez Piérola Es bonito Puente Alto. Y es bonito porque tiene un encanto especial, que no es solo bello, sino también triste, o dulce, o frágil. Lo bonito, lo realmente bonito, pareciera no ser perfecto, o simétrico; por el contrario, es como si fuera una suma, o a lo mejor una división: contiene también la falla; un atractivo desde algo que no se puede decir, o entender, y que está ahí siempre, en el detalle, en el error, en eso que finalmente es humano. Como una niña...